Libertad es siempre la libertad del que piensa distinto.


Rosa Luxemburgo

lunes, 25 de febrero de 2008

Olmo y su derecho a educarse en familia.

Queridos amigos,

La vicepresidenta de ALE ha escrito esta carta a todos nuestros socios y simpatizantes. Esperamos recibir vuestro apoyo económico y ayudarnos a divulgar este mensaje entre personas interesadas en la educación en familia, con la esperanza que este sea el último caso de actuación judicial contra una familia homeschooler en nuestro país.

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La familia de Sanlúcar, de quienes me consta de manera personal su gran calidad humana, ya ha tenido la vista con la juez y no les ha ido muy bien. Van a ir a juicio y todo esto les supone un gran gasto en abogados y demás. Afrontar esos gastos es bastante duro para ellos, por lo que desde ALE podríamos ayudarles.

Me han facilitado un número de cuenta para que todo el que pueda y así lo desee pueda colaborar para sufragar todos los gastos derivados de su actual situación. Solo con que cada uno de nosotros pudiera aportar 5 euros, incluso 2 euros, al juntarse sería una ayuda, que aunque no cubriera todo, les ayudaría a pagar las facturas de su abogada.

Aquellos que os solidaricéis con su causa, que en el fondo es la nuestra, la de todos, podéis hacer un ingreso de la cantidad que queráis en el nº de cuenta:
2103 - 4065 - 23 - 0010015747

indicando como concepto: Apoyo Olmo

Olmo es el nombre de su hijo, de 10 años, y el principal motor de la energía y la fuerza que Loli y Jesús están demostrando en todos estos meses. Paco González se desplazó a su hogar para evaluar la educación del niño desde un punto de vista de homeschooling y puede garantizar el cuidado y cariño con que estos padres se ocupan de todos los aspectos de la vida de su hijo, no solo de su formación académica, sino de su buena salud, higiene, estado emocional y psicológico, y la gran cantidad de horas y cariño que invierten en ofrecer a su hijo un entorno rico que favorezca su desarrollo integral y humano. Es una pena que tengan que estar sufriendo en estos momentos por la pésima actuación que ha tenido la Trabajadora Social del pueblo quien ha elaborado un informe muy negativo sin haber visto jamás al niño y sin haber visitado en ningún momento el domicilio de esta familia. En fin, espero que todo les vaya bien, que entre todos les ayudemos y que cuando todo acabe podamos celebrarlo todos juntos.
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Azu

Para expresar su solidaridad con la familia pueden escribir a Loli (fribroso@hotmail.com) la madre de Olmo.

jueves, 21 de febrero de 2008

Criando a los hijos de forma progresista

Entrevista con Cynthia Peters
(Por Tim Allen)

Cynthia Peters es escritora, editora, activista pacifista, coordinadora en Boston de la East Timor Action Network y madre de dos niñas no escolarizadas. Escribe sobre diversos temas, incluyendo organización comunitaria, Timor Oriental, ser madre, marketing, feminismo, racismo, medios de comunicación, género y sexualidad.

Artículo publicado en Znet traducido por Alfred Sola y revisado por Francisco González.


¿Cómo pueden los padres comportarse de forma no opresora?

No podemos olvidar (ni deberíamos) el hecho que los padres tienen mucho poder sobre los niños. En primer lugar ejercitamos el mayor poder de todos, el de decidir traer niños al mundo o, en el caso de la adopción, decidir traer niños a nuestras familias. Una vez tengo a un niño en mi familia, sigo teniendo un gran poder sobre él. Decido dónde vivirá, cómo se llamará, con quién vivirá, si tendrá hermanos, qué culturas experimentará, qué lenguaje hablará, qué comerá, cuán a menudo se bañará, cuánto le abrazarán.

No todo este poder emana de mí. Estoy influenciada por otras instituciones sociales. Mi sueldo determinará donde vivo, y por lo tanto en qué comunidad crecerá mi hijo, por ejemplo. Cómo fui criada afectará a cómo lo críe yo. Mi carácter de privilegiada o mi sentido de qué puede esperar el niño del mundo afectará a lo que le diré sobre qué debe esperar, etc.

Así pues, como madre (o padre) experimento muchas presiones sociales, económicas y culturales que afectan significativamente a las opciones que puedo dar a mi hijo, sus oportunidades y sus valores. Hacer que estas instituciones sean menos opresivas es probablemente la cosa concreta más importante que podemos hacer para conseguir que los padres sean menos opresores con los hijos.

Por ejemplo, eliminar la tensión de la pobreza y de vivir en una cultura de culto a los valores del mercado liberaría a los padres e hijos para crear familias libres de las preocupaciones financieras. Cuando mi hija se rompe un brazo, mi primer pensamiento debe ser su bienestar, no preocuparme por cuánto costará o por cómo salir de mi trabajo para poderla llevar a las visitas con el médico. Sería bueno que padres e hijos pudieran reducir significativamente la cantidad de tiempo que pasamos negociando la presión para comprar productos de Disney, acomodarnos a los valores de Disney y consumir diversos tipos de gratificación instantánea. Los padres y madres serían menos opresores con los niños si no tuvieran que trasmitir las conductas opresivas asociadas con vivir en barrios violentos, o cerca de lugares tóxicos, o en ciudades y suburbios mal diseñados que producen aglomeraciones y/o aislamiento en vez de comunidad.

Reducir el sexismo apartaría a la familia de ser el sitio donde se reproducen los roles de género, para, en vez de eso, ser el sitio donde la gente experimenta unión, seguridad, apoyo y aprendizaje en formas no ligadas al género. Reducir la miríada de formas en que los padres están oprimidos por el racismo, el sexismo, el clasismo y otros, haría posible que los adultos tuvieran el apoyo y fuerza necesarios para conseguir alcanzar su máximo potencial humano, en sus trabajos, en sus comunidades, en sus organizaciones; un sistema que eliminaría o reduciría en gran medida la necesidad de volver "al hogar" para recuperarse y recobrar una pizca de humanidad. Cuando la esfera privada es el único sitio en que la gente puede funcionar según los valores de compartir, preocuparse, ayudar, dar porque sí, entonces se produce una enorme tensión sobre ese lugar.

Supongamos que estamos trabajando para cambiar las instituciones opresivas y así mejorar las posibilidades de que los padres se comporten de forma no opresora. Mientras tanto, queremos crear familias y queremos comportarnos bien como padres. ¿Cómo podemos hacer eso?

Lo más importante creo que es darse cuenta del poder que ejercemos, y tomar responsabilidad por ello. No podemos evitarlo, pero podemos ser juiciosos sobre cómo lo empleamos, y podemos usarlo de forma que ayude a crecer a nuestros hijos.

Los padres pueden organizar las familias de forma que los niños no sean completa y absolutamente dependientes de ellos en todas sus necesidades emocionales. Las relaciones familiares determinan en gran medida cómo creemos que debemos relacionarnos con otros seres humanos. Dar a nuestros hijos la oportunidad de experimentar cierta variedad les abre puertas y les da la posibilidad de explorar formas de relacionarse que no estén exactamente modeladas en sus propias familias.

Los padres deben hacer lo que sea para no hacer daño a sus hijos, ni física ni emocionalmente.

Los padres deben tener cuidado de NO tratar a sus hijos como apéndices, como expresiones de sus propios deseos o sueños incumplidos, o como pequeñas estrategias humanas para resolver sus propios traumas infantiles. Por otra parte, deben saber qué esperamos de ellos. Debemos ofrecer reglas claras, normas de comportamiento y expectativas de cómo nos relacionamos con el mundo, para educar a niños que nos gusten y con los que podamos vivir agradable y productivamente para tener familias más o menos funcionales.

Debemos dar prioridad a desarrollar relaciones con nuestros hijos basadas en el respeto mutuo, no en el miedo. Nuestra autoridad debe estar basada honestamente en intentar hacer lo mejor para el niño. Cuando le dices "Sí, puedes jugar fuera, pero sin cruzar la calle", no estás abusando de tu poder. Estás teniendo en mente lo mejor para el niño según tu mejor juicio de lo seguro que es para tu hijo cruzar o no la calle. Idealmente tu hijo entenderá eso y lo tomará como cosa hecha, puesto que tienes una historia previa de cuidarte de él, y él, astutamente, se ha dado cuenta. Entonces ya puede dedicarse al importante trabajo de jugar en la acera. Si, por el contrario, tu historia es la de un uso inconsistente de tu poder, de arbitrariedad, de señales controvertidas sobre cuánto te importa, entonces es difícil que tu hijo preste atención incluso a tus normas sensatas porque, astutamente otra vez, se ha dado cuenta que te importa más tener el mando que él.

Los padres deben escuchar a sus hijos. No quiero decir que deberíamos pasar 20 minutos discutiendo si comprar esos caramelos o no, o responder a cada queja sobre tener que ayudar a lavar los platos. Cada familia debería tener unas normas compartidas sobre la compra de caramelos, sobre lavar los platos, etc, y los padres deberían asegurarse que las normas se mantienen en general, o que se revisan cuando es necesario en la forma que considere mejor la familia para satisfacer sus necesidades. Esto no es física nuclear. Si se lavan los platos una o dos veces al día no tiene una gran repercusión mundial. Discutir sobre la compra de caramelos no hace madurar al niño. Como mucho le hace conseguir caramelos. Más importante es estar ahí cuando tus hijos exploren el mundo y digieran lo que ven en él. Debemos escuchar, no instruir. Y mostrar más que decir. Nos comportamos de forma no opresora cuando les ayudamos a entender, a absorber información, a analizar, a pensar por sí mismos, a ser curiosos, a comprobar sus conclusiones, a equivocarse, a tener razón, a estar confundidos, a tomar decisiones, a mostrarse decididos. Nos comportamos de forma no opresora cuando somos un modelo de conducta para ellos en cuanto a qué significa relacionarse con el mundo de forma responsable, cuando hacemos el trabajo serio de ser adultos, intentando tener un efecto en el mundo, hacerlo más justo.

Probablemente seríamos menos opresores hacia nuestros hijos si fuéramos más conscientes de nuestros propios problemas y tensiones, que arrastramos a nuestro papel como padres. Ser conscientes nos ayudará a saber cuándo debemos encerrarnos en una habitación para desahogarnos y/o cuándo debemos buscar ayuda porque tenemos algún problema que nos dificulta saber qué es lo que está bien en términos de criar a nuestros hijos. La conciencia puede ser dolorosa, porque quizá preferiríamos no saber los puntos en que no damos la talla pero, como padres, las consecuencias de nuestras debilidades las padecen otros seres humanos, seres pequeños que no tienen la posibilidad de cambiarnos por otros padres con menos fallos, así que tenemos un imperativo extra para reconocerlas y tratarlas.

Sé que educas a tus hijos en casa en vez de llevarlos a la escuela. ¿Por qué lo haces? ¿Qué valoración harías entre educarlos en casa y en la escuela?

Decidimos educarlos en casa por razones personales al principio. Nuestra hija mayor no parecía feliz en grupos grandes, como una clase. En la guardería, ella fue perfeccionando su habilidad de "desconectar" y eso no era algo que quisiéramos que hiciera especialmente bien. Así que decidimos no llevarla a la primaria.

Fue un buen shock "dejar" la escuela. Nunca imaginé lo que supondría separarnos de la institución que tanta influencia tiene en nuestros días, semanas y años. Poco a poco fuimos reemplazando la escuela con nuestras propias estructuras. Los niños tienen amistades importantes con adultos que son mentores suyos en diferentes cosas; conocen a muchos vecinos y gente de la comunidad; hacen trabajos como voluntarios para el MSPCA (Asociación para la Prevención de la Crueldad contra Animales en Massachussets); la mayor es jefa de bloque del programa de reciclaje urbano. Vienen a reuniones conmigo, van al trabajo con su padre. Cada jueves se pasan el día trabajando en una granja orgánica. Se pasan mucho tiempo jugando. De vez en cuando se ponen con libros de estudio de matemáticas y de fonética; escriben sus diarios y leen. Pero la mayoría de lo que "saben" lo han aprendido con la experiencia. Son lo que se conoce como "no-escolarizados".

En una institución tan grande como una escuela, los niños no pueden salirse demasiado de la norma, tanto en los estudios como en el comportamiento. Todas las reglas, normas, programas de recuperación, acciones disciplinarias, premios, expectativas, incluso las medicinas, están diseñadas para mantener a los niños tan cerca de la media como sea posible. A millones de niños se les diagnostican problemas de aprendizaje, o se les prescribe ritalin, se les chantajea, se les castiga o simplemente se les presiona para seguir las normas. Si los niños se saltan las normas establecidas, ¿cómo puede funcionar una clase de 30 o una escuela de cientos, quizá miles? Es más, ¿cómo pasarán los niños del mundo educativo al del trabajo si no han aprendido a aguantar el aburrimiento, a responder obedientemente (aunque sea sin entusiasmo) a las normas, a las expectativas y a las jerarquías incomprensibles, cómo lo harán para reprimir los deseos naturales y reemplazarlos con otros generados externamente, para consumir notas, certificados y otros premios por un trabajo bien hecho mientras aceptan la explicación de la "píldora amarga" por todo lo que es aburrido, tedioso y agotador en nuestras vidas.

Imaginaros las consecuencias si nuestros hijos pudieran rechazar la monotonía, desarrollar incentivos propios, cuestionar la autoridad y refinar la habilidad para pensar con profundidad, en vez de superficialmente, sobre temas que les interesen. Podrían llegar a cuestionarse la necesidad del trabajo tedioso, de los jefes. Podrían rebelarse contra la idea de que tienen más que ofrecer a la sociedad que lo se les puede extraer en términos de su productividad, bien sea rellenando el círculo correcto con el lápiz del número 2 (como estudiante) o fabricando productos (como trabajador) o consumiéndolos (durante su escaso tiempo libre).

No estoy diciendo que criar a los hijos en casa sea la solución política para todos los problemas de los niños y las escuelas.

Las escuelas pueden y deben funcionar mejor para más gente. Los progresistas debemos trabajar para hacer que las escuelas favorezcan la libertad intelectual y el pensamiento crítico. No sólo deberíamos tolerar, sino que deberíamos fomentar entusiásticamente la diversidad de estilos de aprendizaje. Deberíamos eliminar los tests estandarizados, los premios y castigos, fomentar la disciplina interna en vez de los incentivos externos, reexaminar el sentido de los problemas de aprendizaje, y tener una visión más clara de para qué se supone exactamente que están las escuelas preparando a los niños.

Finalmente, deberíamos pensar en lo que perdemos cuando los niños están fuera todo el día. Algunos críticos están preocupados porque criarlos en casa sea aislarlos del mundo real, pero por lo que yo veo en realidad es al revés: se ven inmersos en él. Como resultado creo que se benefician ambas partes, los niños y la comunidad. Repensemos el largo día escolar, los programas de después de clase y las actividades extra-escolares. Encontremos formas en que los niños sean parte del mundo real "real". Esto supondrá muchos retos puesto que implica objetivos tales como reducir la jornada laboral, eliminar las desigualdades de ingresos de forma que estar en casa con tus hijos no sea un lujo sólo al alcance de los ricos, aumentar los apoyos familiares de forma que la gente pueda verdaderamente tomar decisiones sobre cómo montar sus familias, y tener muy en cuenta la discriminación sexista que a menudo hace a las mujeres responsables de ocuparse de la familia. ¿Que estoy soñando? Bueno, sí, pero apuntar alto no es malo y es probablemente una buena práctica como modelo para nuestros hijos.